lunes, 16 de noviembre de 2009

Cuando el TC paso por San Jose

Claro que innumerables aficionados a lo largo y ancho del país podrán decir… “por mi pueblo también pasó” o “mi ciudad organizaba carreras” hablando, claro está, de aquellas clásicas “vueltas” de ciudades como Hughes, Pergamino, Tres Arroyos, Necochea, Arrecifes, Olavarría y tantísimas otras.
Pero bueno, cada quien tiene sus recuerdos y algo para contar. Ya en los años ’40 y ´50 algunas “Vueltas de Entre Ríos” tocaron mi ciudad; aunque eso en realidad no lo viví y solo tengo las anécdotas y los testimonios de mis mayores.
Sin embargo en 1971, el “Gran Premio de la Mesopotamia” entró por una punta de San José y continuó su derrotero por la otra. Por entonces aún existía el viejo trazado de ripio en la Ruta Nacional 14. Por acá solo la Ruta Provincial 26, entre Colón y Villa Elisa, era de puro cemento; y de ella la 14 utilizaba un tramo de 4 ó 5 kilómetros viniendo desde el norte hacia nuestra ciudad. Cuando la 26 hacía la curva hacia Colón, a las puertas mismas de San José, la 14 volvía a separarse y se internaba por lo que hoy es calle Mitre hacia el sur. Al llegar a calle Sarmiento, en la “esquina del Colegio”, tomaba hacia el oeste y 6 cuadras más allá salía del pueblo para retomar su trazado carretero de ripio hacia Concepción del Uruguay.
Aquel Gran Premio se largó en Concordia y su primera etapa culminó en Corrientes. El ganador fue Rubén Luis Di Palma con su Torino rojo. El segundo parcial, entre Corrientes y Posadas, tenía como ganador a Carlos Alberto Pairetti con Ford. Sin embargo ya Carlos Marincovich se ponía primero en la clasificación general.
Luego llegó la tercera etapa el domingo 20 de junio de 1971. Esa era la que todos esperábamos porque pasaría por San José: se trataba de un tortuoso viaje de más de 1000 kilómetros que uniría Posadas con Paraná. Las rutas en gran parte eran un colchón de ripio suelto que no perdonaba. Los que tuvimos oportunidad de viajar por algunos tramos de “la 14” por aquellos años, podemos asegurar que llevar un auto a 80 ó 100 kph era ya una invitación a darse un “palo” importante. Se formaban dos “carriles” que no era más que huellones donde los vehículos iban rozando el piso casi de continuo. La polvareda era una constante compañera de viaje. Una compañera que en los días de niebla se tornaba harto peligrosa. En estas condiciones todavía me pregunto… qué tenían estos tipos en las muñecas para viajar a las velocidades que lo hacían???. El “Ruso” Marincovich ganó la etapa de 1072.100 kilómetros en 6hs34m9s4/10 a un promedio de 163.201 kph. Una cosa escalofriante.
En mi caso los vi pasar frente a mi casa paterna, sobre el tramo asfaltado, casi 1 kilómetro antes de entrar a la ciudad, junto a un montón de gente que se había juntado al costadito de la ruta. Pendientes de lo que iban transmitiendo las radios, esperábamos en silencio escuchar algún rumor a lo lejos. Oímos claramente al primero rebajar para dejar el ripio y subir a la cinta asfáltica allá, a 4 kilómetros al norte. Cada vez se fue haciendo más nítido el sonido del motor, hasta transformarse en un aullido penetrante. Enseguida el Torino de Marincovich fue como un viento rojo que nos sopló de cerca y se escapó raudo para entrar a San José. El eco del bramido quedó resonando entre las hileras de eucaliptus que bordeaban el camino, taladrándonos los oídos y haciéndonos vibrar por dentro. Después vinieron los que perseguían: Los Manzano, Perkins, Bordeu, Faraoni… pero ya nadie bajaría al encumbrado Carlos Oreste Marincovich del lo alto del podio.
Entre grandes premios, “vueltas” y carreras en ruta o autódromos el TC ya disputó más de mil en sus 70 años. Pero yo guardo especialmente en mi memoria esta… la que pasó por San José

Texto: Alberto Guerrero – Fotos: Archivo Héctor Ballay

Un Valiant IV encara la “esquina del Colegio del Niño Jesús”


Calle Mitre, aún de ripio. Un Torino y la gente

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