lunes, 16 de noviembre de 2009

Pusimos Primera!

Hubo una primera carrera de vehículos motorizados en 1887, a la que convocó el ciclista Paul Faussier, que escribía en el diario “Le Vélocipède” de Paris. Pero la verdad es que acudió un solo triciclo a vapor manejado por el Jorge Bouton, que se agarró flor de embole corriendo solo como loco malo. Y saben qué? NO HABIA NINGUN JAPONES CON UNA CAMARA!!!, pero había un inglés con un reloj y dijo: Mister “Butón” ponerlei una houra more catorcei minits para go to the Puente Neuilly hasta the Bosque of Boulogne y come back. Eso darme 15 kilometrous and 470 metrous of médium speed”. Si usté lo dice don, así será!
Otro escribiente, Pedrito Giffard, del “Pequeño Jornal” (también de la ciudad luz”), se emperró en hacer lo que él llamaba “Concurso para Carruajes de Propulsión Mecánica”. Ma que concurso! El quería que los otros corran y los otros querían correr. Demostrar que su “carro sin caballos” iba rápido y sin desintegrarse. Y ya hubo competencia por el negocio que se veía venir. Que si De Dion lo demolía a Panhard andando más fuerte y ganaba, ganaba también posibles clientes. Y si no… viceversa!. La “course” se haría entre Paris y Rouen, sobre 126 kilometros de maravillosos caminos por donde transitaban los caballos y carruajes de señoritos franceses que salían a dar la vuelta del perro… o de “trampa”. Vaya uno a saber!.
El reglamento rezaba algo así: “La inscripción está abierta para máquinas de cualquier tipo, que puedan ser guiadas con facilidad, sin peligro para sus pasajeros y cuyo funcionamiento no ocasione gastos excesivos”. Muy fácil! Si estos aparatos tenían tal dirección que se manejaban con una mano (si eras levantador de pesas). Peligro? Nooo! Los ocupantes iban cómodamente sentados. Como a tres metros del piso pero cómodos… Como-dos sandías saltando en carro playero. En cuanto al gasto tampoco era cuestión; por lo menos para los nafteros porque la “gasolina” se vendía en la farmacia, en franquitos de pastillas para los nervios.
Hubo una primera pre clasifica rigurosa previa en la que los postulantes tuvieron que hacer un recorrido de 50 kilómetros a un promedio no inferior a los 12.5 kph… ¿Cómo que si caminando? No señor, haciendo funcionar el mamotreto; que esto no era pedestrismo. Caramba? Hubo 5 con motor a vapor y 16 a nafta. El diario “Le Petit Journal” puso parte de la guita para los premios. El resto se lo mangaron a Hippolyte Auguste Marinoni, que había inventado la impresora rotativa para los diarios y la estaba juntando con la pala ancha. El ganador se llevaría 5000 francos, que debe haber sido buena plata. Por el monto, digo, y no por la calidad de las monedas; porque aparentemente no se inventaba todavía la money falsa. Del segundo al quinto las recompensas eran de 2000, 1500, 1000 y 500 francos.
A las 8 de la mañana (los franceses no eran suizos pero si puntuales) del domingo 22 de julio de 1894 se largó la primera verdadera carrera automovilística de la historia. O sea que además se decidió que el domingo era día de carreras. ¿Cómo? No doña, Domingo Díaz de Carrera era otro, otra cosa. Sigamos. La Puerta de Maillot era un hervidero de gente y autos-móviles o similares. Entre nubes de humo, vapor y ruidos más o menos así: CHACA-CHACA CHACA-CHACA.
En “juillet” allá hace calor, así que el vendedor de café palmó mal. Pasó que se levantó temprano y estaba nublado y fresquito… pero después salió un sol que partía la tierra. Pero volvamos “ A LOOO QUEEE VINIIIIMOS”, como dice Agulla. Había 21 anotados y se borraron 3. De los 17 que llegaron a Rouen, el más veloz fue el marqués Albert De Dion; manejando algo así como un tractor a vapor, al que se le había enganchado una carroza sin las ruedas delanteras. O sea que de paso Albertito inventó el semi remolque. De Dion le puso 5 horas y 40 minutos para llegar a la cité normanda y aventajando a un Peugeot naftero por 5 minutos. El ex vendedor de café pensó: “Esta vez no me agarrran… si estos salieron a las 8 de la matina, calculo van a estar llegando pasado el mediodía y con más “faim” que no se qué. Así que montó el burro con semejantes canastos llenos de choripanes y se fue a esperarlos a Ruán. Unos dicen que cortó camino, pero el caso es que con el burro clavó un tiempo neto de 3 horas y 37 minutos. Más o menos porque el único que se comidió a darle el “top” era tartamudo, o sea… Y “o sea” también que aprovecharon para inventar el “top”, que después se hizo popular en las transmisiones del TC desde el avión de Carburando.
Curiosamente de los 3 armatostes a vapor que alcanzaron Rouen, uno clasificó primero, otro tercero y el restante último. El reglamento exigía una media mínima de 12.5 kph y el gordo De Dion había marcado 22.235. Hasta allí todo bien, pero otros competidores, “reglamenteo” en mano entraron a objetar al vehículo de Monsieur De Dion. O sea: descubrieron también la materia “Interpretación del reglamento y como evitar que te curren”. El grupo antagónico sostenía (y estaba escrito) que la velocidad no era el único ítem a tener en cuenta, y que también debía ser maniobrable, económico y la mar en coche. Y la verdad es que el engendro de don Albert era más pesado que transatlántico a remo, lo hacía doblar a garrotazos y encima tenía que cargar 400 kg de agua y 80 kg de carbón para hacer funcionar la caldera; que además tardaba casi una hora en ponerse calentita y para estar en condiciones de hacer chuf-chuf. En definitiva lo bocharon y el primer premio de 5000 mangos se repartió entre el Peugeot y un Panhard et Levassor, segundo lo pusieron a De Dion para que se gane los 2000, tercero un ómnibus de 9 plazas perteneciente a un tal Le Blant, que tenía el motor a carbón (el ómnibus, no Le Blant), el cuarto también fue miti y miti entre unos autos a petróleo de Vacheron y Lebrun, en tanto quinto quedó otro petrolero conducido por alguien de apellido Roger. En resumidas cuentas así fueron los acontecimientos y sus protagonistas. Algunos quedaron contentos y otros recalentitos, pero todos dispuestos a volver. Los unos para revalidar sus performances, los otros jurando hacerles pelo y barba en la próxima.
Entonces queda dicho de cómo el automovilismo y los que gustamos de él… pusimos primera.
Alberto Guerrero – albertoaguerrero@yahoo.com.ar

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