Su verdadero nombre era Mariette Hélène Delangle y nació el 15 de diciembre de 1900 en el pequeño pueblo de Aunay-sous-Auneau situado 75 kilómetros al sur oeste de Paris, donde su padre, Léon Delangle, era funcionario del correo y vivía allí con su esposa Alexandrine Bouillé. A los 16 años Hélène se marchó a París donde consiguió trabajo como bailarina y en pocos años se convirtió en un verdadero suceso del music-hall adoptando el nombre artístico de Hellé Nice. Bailando en lugares como el Casino de Paris construyó una sólida reputación como bailarina solista, hasta que en 1926 decidió asociarse con Robert Lisset para realizar presentaciones en los más exclusivos cabarets de toda Europa. A su actividad del baile le sumó la del modelaje, lo que terminó por darle tal fama y fortuna que pudo comprarse una lujosa casa y hasta su propio yate. Su particular carisma y su celebridad le acercaron numerosos pretendientes y se le adjudicaron varios romances con ricos y famosos como Philippe de Rothschild, Henry de Courcelles, Jean Bugatti y el Conde Bruno d`Harcourt.
Por esos tiempos, toda el área de París era una de los principales centros de la industria automotriz francesa y existían numerosas oportunidades de competir para los entusiastas pilotos, ya fueran profesionales o aficionados. Hellé Nice amaba el vértigo de conducir coches veloces y se animaba a intervenir en distintos eventos, además de la reunión anual organizada para miembros del espectáculo en París. Era una atlética mujer y también hábil esquiadora, hasta que un accidente en la montaña le dejó graves secuelas en una de sus rodillas y determinó el final de su carrera como bailarina.
Tal vez queriendo emular a Charlotte Versigny, quien había conducido un Talbot en el Grand Prix de Baule, Hellé Nice decidió incursionar en el automovilismo deportivo profesional. En 1929 se valió de un coche Omega-Six para ganar el Gran Premio Femenino en el autódromo de Montlhery, donde estableció un nuevo record de femenino de velocidad y cimentando su propio prestigio en el mundo de las carreras. Por esa época no era muy común ese tipo de prácticas y Hellé encaró un exigente entrenamiento para estar a la altura de las circunstancias. Capitalizando esa fama, en 1930 se embarcó en una gira por Estados Unidos patrocinada por la Agencia William Morris. Con un Ford V8 y también un Miller, participó de carreras en óvalos de tierra y otras pistas variadas. Todo hasta que un accidente la envió de regreso a Francia.
Fue poco después de volver de América que, en un café de los Campos Elíseos, conoció a Philippe de Rothschild. Durante algún tiempo los unió una relación amorosa y compartieron la pasión de los autos veloces. El venía compitiendo con autos Bugatti y fue quien le presentó a “Le Patrón” Ettore. El propio dueño de tan exitosos autos decidió que sería buena idea agregar a Nice en la nómina de pilotos que corrían con sus coches. La piloto puso como condición que no solo competiría en carreras reservadas para mujeres sino ya directamente de igual a igual con los hombres. Fue así que en 1931 estuvo al volante de una Bugatti Tipo 35C en cinco carreras de Grand Prix en Francia y en el Gran Premio de Italia en Monza.
Maestra de la teatralidad, Helle Nice era fácilmente reconocible en su auto pintado de azul brillante. Vivía a pleno cada minuto de su vida y explotaba su femeneidad, presentándose a ella misma como una audaz competidora contra los hombres-pilotos. Fascinaba a la multitud. Y aunque nunca ganó un Grand Prix, fue una legítima adversaria y frecuentemente finalizaba las carreras por delante de los pilotos top del momento. Durante varios años, como única piloto femenina en los GP, continuó conduciendo Bugatti y Alfa Romeo entre los grandes ases de esos días como Tazio Nuvolari, Robert Benoist, Rudolf Caracciola. Louis Chiron, Bernd Rosemeyer Luigi Fagioli, y Jean-Pierre Wimille entre otros. Como mucho otros corredores competía no solo en pruebas tipo Grand Prix sino también en rallies, incluido el clásico Rally de Montecarlo, y carreras de trepada por toda Europa. El 10 de setiembre de 1933 tomo parte de una de las más trágicas carreras de la historia. Durante esa prueba, el Grand Prix de Monza, perdieron la vida tres de los más encumbrados pilotos de la época: Giuseppe Campari, Baconin “Mario Umberto” Borzacchini y el conde polaco Stanislas Czaikowski.
En 1936 Nice viajó a Brasil con la intención de competir en dos carreras. Durante el Gran Premio de San Pablo, marchaba ocupando el segundo puesto detrás del brasileño Manuel de Teffé cuando ocurrió un raro accidente que estuvo cerca de causarle la muerte. Los reportes fueron variados, pero la versión más fuerte es que un fardo de paja fue arrojado a la pista por algunos inconscientes; lo que obligó a la piloto, que entonces viajaba a unos 160 o 170 kph, a realizar una brusca frenada, tras lo cual perdió el control de su auto. El Alfa Romeo “Monza” azul dio varias vueltas en el aire para estrellarse contra una tribuna, matando a cuatro espectadores e hiriendo a más de treinta. Hellé Nice fue arrojada por al automóvil y cayó sobre un soldado, cuyo cuerpo absorbió todo el golpe salvándole la vida pero muriendo él en el acto. Ella quedó desvanecida y en principio se la dió también por muerta. Pero llevada con urgencia al hospital se comprobó que vivía aunque volvió del coma recién tres días más tarde y solo dos meses después fue dada de alta. Aquella tragedia la convirtió casi en una heroína en Brasil, hasta tal punto que muchas niñas nacidas en esos tiempos fueron bautizadas como Helenice o Elenice; obviamente un nombre generado fonéticamente a partir de Hellé Nice. Y a pesar de que nunca lo manifestó públicamente, ese fatal accidente le produjo un gran remordimiento y la atormentó para siempre.
En 1937 se dispuso a retornar a la competición y lo intentó en la Mille Miglia y el GP de Trípoli, que otorgaba un sustancial premio en dinero. Pero no encontró el apoyo necesario y en cambio participó en la carrera de endurance para damas organizada por los Lubricantes Yacco en el circuito de Montlhery, donde Hellé alternó la conducción del primer Matford V8 producido en Francia, con un motor de 3.6 litros, con otras cuatro mujeres. Tras el abandono de Claire Descollas, la prueba se desarrolló entre el 19 y el 28 de mayo; quedando al volante Odette Siko (capitana del equipo), Simone des Forest y Hellé Nice. El equipo estableció 10 records mundiales y 15 internacionales de velocidad en la Clase C. Ellas recorrieron más de 32.000 kilómetros y obtuvieron por ejemplo el record de 10 días a una media de 139,99 kph. Este Matford V8, con carrocería especial, fue bautizado como “Claire” en homenaje a la piloto que tuvo que abandonar.
Durante los dos años siguientes, Nice compitió en carreras de rallies, mientras se esperanzaba con la posibilidad de ser llamada nuevamente a integrar el equipo Bugatti. Sin embargo, en agosto de 1939, mientras probaba un modelo 57C, se accidentó fatalmente su amigo y mentor Jean Bugatti; en tanto un mes más tarde se detuvo toda actividad automovilística ante el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En 1943, en plena ocupación nazi a Francia, Hellé se mudó al clima cálido de la Riviera, en Niza, donde vivió junto a uno de sus amantes hasta el final de la guerra.
El primer Rally de Montecarlo de pos guerra se corrió en 1949 y Hellé Nice se presentó allí para tomar parte de la competencia, con la ilusión y la pasión intactas. Pero ocurrió lo inesperado. En mitad de la fiesta organizada para celebrar el retorno de las competencias automovilísticas; Louis Chiron, el campeonísimo hijo dilecto de Mónaco, cruzó precipitadamente el salón y plantándose frente a Hellé la acusó a viva voz de haber sido agente de la Gestapo durante la ocupación. Corrían tiempos de heridas aún abiertas y una acusación como aquella era de extrema gravedad, máxime viniendo de un personaje como Chiron, más allá de que lo hiciera sin pruebas a la vista.
Miranda Seymour, una respetable crítica literaria, novelista y biógrafa inglesa; presentó en el año 2004 una biografía de Hellé Nice donde, basándose en profundas investigaciones y consultas de registros oficiales en Berlín, dio por descartada toda vinculación de la francesa con la Gestapo o cualquier otro organismo nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Irónicamente, el propio Louis Chiron había conducido para el equipo Mercedes Benz cuando en tiempos del Tercer Reich se utilizaban las competencias de autos y logros deportivos como propaganda. De todos modos aquella denuncia significó el fin de la carrera deportiva de Hellé Nice. Su nombre y sus grandes hazañas deportivas fueron prácticamente borradas de los registros históricos del automovilismo deportivo. Sus amistades la condenaron a un despiadado ostracismo y el hombre que fuera su última pareja pronto la abandonó también, llevándose con él gran parte de su fortuna. Rápidamente sus escasos fondos se esfumaron, a tal punto de tener que aceptar la caridad de un organismo parisino establecido para ayudar a ex artistas caídos en desgracia.
Así, una de las mujeres pioneras en el pilotaje de automóviles, que compitió con éxito en más de setenta eventos en los más altos niveles del automovilismo, pasó sus últimos años en un apestoso sucucho infectado de ratas en los suburbios de Niza y bajo un nombre ficticio para ocultar su vergüenza. Separada de familia y amigos, lejos de los glamorosos años de la danza y las carreras, falleció en Niza el 1 de octubre de 1984. Su cremación fue pagada por la organización que la ayudó y sus cenizas enviadas a su hermana en Sainte-Mesme, cerca del lugar donde nació. Allí reposa, aunque en la tumba familiar no se menciona su verdadero y legítimo nombre. Apenas su seudónimo: HELLE NICE.-
Texto: Alberto Guerrero – San José – Entre Ríos- albertoaguerrero@yahoo.com.ar
Tal vez queriendo emular a Charlotte Versigny, quien había conducido un Talbot en el Grand Prix de Baule, Hellé Nice decidió incursionar en el automovilismo deportivo profesional. En 1929 se valió de un coche Omega-Six para ganar el Gran Premio Femenino en el autódromo de Montlhery, donde estableció un nuevo record de femenino de velocidad y cimentando su propio prestigio en el mundo de las carreras. Por esa época no era muy común ese tipo de prácticas y Hellé encaró un exigente entrenamiento para estar a la altura de las circunstancias. Capitalizando esa fama, en 1930 se embarcó en una gira por Estados Unidos patrocinada por la Agencia William Morris. Con un Ford V8 y también un Miller, participó de carreras en óvalos de tierra y otras pistas variadas. Todo hasta que un accidente la envió de regreso a Francia.
Fue poco después de volver de América que, en un café de los Campos Elíseos, conoció a Philippe de Rothschild. Durante algún tiempo los unió una relación amorosa y compartieron la pasión de los autos veloces. El venía compitiendo con autos Bugatti y fue quien le presentó a “Le Patrón” Ettore. El propio dueño de tan exitosos autos decidió que sería buena idea agregar a Nice en la nómina de pilotos que corrían con sus coches. La piloto puso como condición que no solo competiría en carreras reservadas para mujeres sino ya directamente de igual a igual con los hombres. Fue así que en 1931 estuvo al volante de una Bugatti Tipo 35C en cinco carreras de Grand Prix en Francia y en el Gran Premio de Italia en Monza.
Maestra de la teatralidad, Helle Nice era fácilmente reconocible en su auto pintado de azul brillante. Vivía a pleno cada minuto de su vida y explotaba su femeneidad, presentándose a ella misma como una audaz competidora contra los hombres-pilotos. Fascinaba a la multitud. Y aunque nunca ganó un Grand Prix, fue una legítima adversaria y frecuentemente finalizaba las carreras por delante de los pilotos top del momento. Durante varios años, como única piloto femenina en los GP, continuó conduciendo Bugatti y Alfa Romeo entre los grandes ases de esos días como Tazio Nuvolari, Robert Benoist, Rudolf Caracciola. Louis Chiron, Bernd Rosemeyer Luigi Fagioli, y Jean-Pierre Wimille entre otros. Como mucho otros corredores competía no solo en pruebas tipo Grand Prix sino también en rallies, incluido el clásico Rally de Montecarlo, y carreras de trepada por toda Europa. El 10 de setiembre de 1933 tomo parte de una de las más trágicas carreras de la historia. Durante esa prueba, el Grand Prix de Monza, perdieron la vida tres de los más encumbrados pilotos de la época: Giuseppe Campari, Baconin “Mario Umberto” Borzacchini y el conde polaco Stanislas Czaikowski.
En 1936 Nice viajó a Brasil con la intención de competir en dos carreras. Durante el Gran Premio de San Pablo, marchaba ocupando el segundo puesto detrás del brasileño Manuel de Teffé cuando ocurrió un raro accidente que estuvo cerca de causarle la muerte. Los reportes fueron variados, pero la versión más fuerte es que un fardo de paja fue arrojado a la pista por algunos inconscientes; lo que obligó a la piloto, que entonces viajaba a unos 160 o 170 kph, a realizar una brusca frenada, tras lo cual perdió el control de su auto. El Alfa Romeo “Monza” azul dio varias vueltas en el aire para estrellarse contra una tribuna, matando a cuatro espectadores e hiriendo a más de treinta. Hellé Nice fue arrojada por al automóvil y cayó sobre un soldado, cuyo cuerpo absorbió todo el golpe salvándole la vida pero muriendo él en el acto. Ella quedó desvanecida y en principio se la dió también por muerta. Pero llevada con urgencia al hospital se comprobó que vivía aunque volvió del coma recién tres días más tarde y solo dos meses después fue dada de alta. Aquella tragedia la convirtió casi en una heroína en Brasil, hasta tal punto que muchas niñas nacidas en esos tiempos fueron bautizadas como Helenice o Elenice; obviamente un nombre generado fonéticamente a partir de Hellé Nice. Y a pesar de que nunca lo manifestó públicamente, ese fatal accidente le produjo un gran remordimiento y la atormentó para siempre.
En 1937 se dispuso a retornar a la competición y lo intentó en la Mille Miglia y el GP de Trípoli, que otorgaba un sustancial premio en dinero. Pero no encontró el apoyo necesario y en cambio participó en la carrera de endurance para damas organizada por los Lubricantes Yacco en el circuito de Montlhery, donde Hellé alternó la conducción del primer Matford V8 producido en Francia, con un motor de 3.6 litros, con otras cuatro mujeres. Tras el abandono de Claire Descollas, la prueba se desarrolló entre el 19 y el 28 de mayo; quedando al volante Odette Siko (capitana del equipo), Simone des Forest y Hellé Nice. El equipo estableció 10 records mundiales y 15 internacionales de velocidad en la Clase C. Ellas recorrieron más de 32.000 kilómetros y obtuvieron por ejemplo el record de 10 días a una media de 139,99 kph. Este Matford V8, con carrocería especial, fue bautizado como “Claire” en homenaje a la piloto que tuvo que abandonar.
Durante los dos años siguientes, Nice compitió en carreras de rallies, mientras se esperanzaba con la posibilidad de ser llamada nuevamente a integrar el equipo Bugatti. Sin embargo, en agosto de 1939, mientras probaba un modelo 57C, se accidentó fatalmente su amigo y mentor Jean Bugatti; en tanto un mes más tarde se detuvo toda actividad automovilística ante el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En 1943, en plena ocupación nazi a Francia, Hellé se mudó al clima cálido de la Riviera, en Niza, donde vivió junto a uno de sus amantes hasta el final de la guerra.
El primer Rally de Montecarlo de pos guerra se corrió en 1949 y Hellé Nice se presentó allí para tomar parte de la competencia, con la ilusión y la pasión intactas. Pero ocurrió lo inesperado. En mitad de la fiesta organizada para celebrar el retorno de las competencias automovilísticas; Louis Chiron, el campeonísimo hijo dilecto de Mónaco, cruzó precipitadamente el salón y plantándose frente a Hellé la acusó a viva voz de haber sido agente de la Gestapo durante la ocupación. Corrían tiempos de heridas aún abiertas y una acusación como aquella era de extrema gravedad, máxime viniendo de un personaje como Chiron, más allá de que lo hiciera sin pruebas a la vista.
Miranda Seymour, una respetable crítica literaria, novelista y biógrafa inglesa; presentó en el año 2004 una biografía de Hellé Nice donde, basándose en profundas investigaciones y consultas de registros oficiales en Berlín, dio por descartada toda vinculación de la francesa con la Gestapo o cualquier otro organismo nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Irónicamente, el propio Louis Chiron había conducido para el equipo Mercedes Benz cuando en tiempos del Tercer Reich se utilizaban las competencias de autos y logros deportivos como propaganda. De todos modos aquella denuncia significó el fin de la carrera deportiva de Hellé Nice. Su nombre y sus grandes hazañas deportivas fueron prácticamente borradas de los registros históricos del automovilismo deportivo. Sus amistades la condenaron a un despiadado ostracismo y el hombre que fuera su última pareja pronto la abandonó también, llevándose con él gran parte de su fortuna. Rápidamente sus escasos fondos se esfumaron, a tal punto de tener que aceptar la caridad de un organismo parisino establecido para ayudar a ex artistas caídos en desgracia.
Así, una de las mujeres pioneras en el pilotaje de automóviles, que compitió con éxito en más de setenta eventos en los más altos niveles del automovilismo, pasó sus últimos años en un apestoso sucucho infectado de ratas en los suburbios de Niza y bajo un nombre ficticio para ocultar su vergüenza. Separada de familia y amigos, lejos de los glamorosos años de la danza y las carreras, falleció en Niza el 1 de octubre de 1984. Su cremación fue pagada por la organización que la ayudó y sus cenizas enviadas a su hermana en Sainte-Mesme, cerca del lugar donde nació. Allí reposa, aunque en la tumba familiar no se menciona su verdadero y legítimo nombre. Apenas su seudónimo: HELLE NICE.-
Texto: Alberto Guerrero – San José – Entre Ríos- albertoaguerrero@yahoo.com.ar
Excelente artículo. Difundo! Es importante conocer a las mujeres que hicieron historia y rompieron las barreras establecidas en el camino.
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